El escritor que conocemos como Joseph Conrad ( Berdyczów, Polonia, 3 de diciembre de 1857- Bishopsbourne, Inglaterra, 3 de agosto de 1924) se enroló como marinero a los 17 años en el buque Mont Blanc, en Marsella, Francia, protagonizando así su particular «Partida» hacia un mundo de viajes y aventuras : el mundo del mar y de los barcos, que no abandonaría sino hasta 20 años después con una también excepcional «Recalada», no en una ignota tierra firme, sino en el más incorpóreo y complejo mundo literario.
Entre un punto y otro de esa larga travesía decenas de cruces escritas a lápiz, como en una carta de marear, marcaron la intersección de rumbos de su vida, desde sus inicios como tripulante de barcos de cabotaje en el puerto de Londres hasta su posterior desempeño como oficial y capitán de la Marina Inglesa en buques ingleses y australianos. Un vasto universo de experiencias profesionales y humanas que dejó plasmado en novelas como La locura de Almayer (1895), El negro del Nostramus ( 897) o Lord Jim ( 1900), pero que sin duda alcanzó su reflejo más fiel y detallado en El espejo del mar (1906). Inclasificable y modernista, es éste un texto autobiográfico y nostálgico con el cual Conrad no sólo honra a un arte y una manera de entender el mar (la navegación a vela) que estaban a punto de desaparecer ante los nuevos avances tecnológicos, sino también a los hombres que lo hicieron posible. Según sus propias palabras » el mejor tributo que mi piedad puede rendir a los configuradores de mi carácter, de mis convicciones y en cierto sentido, de mi destino.»