Pocos libros hay en los que el propósito inicial de su autor al escribirlo y el que finalmente obtiene a lo largo de la historia hayan sido tan distintos, como en el caso de la novela Los viajes de Gulliver (originalmente titulada Travels into Several Remote Nations of the World, in Four Parts. By Lemuel Gulliver, First a Surgeon, and then a Captain of Several Ships), publicada en 1726 por el escritor político – satírico irlandés, Jonathan Swift (Dublín 1667-1745).
Mientras la mayoría de los lectores actuales consideran la narración como un clásico de la literatura infantil y juvenil; lo cierto es que Swifff la concibió como una ácida crítica hacia la naturaleza humana y la sociedad inglesa de su época, hasta el punto de que fue publicada con carácter anónimo. Dividido en cuatro partes, cada una de ellas se corresponde con uno de los viajes del protagonista, Lemuel Gulliver, enrolado primero como médico y luego como capitán, en diferentes aventuras marítimas que lo conducen a sitios tan inverosímiles como Liliput, un país de seres diminutos; Brobdingnag, país de seres gigantecos;la isla flotante de Laputa, la isla de los nigromantes, Glubbdubdrib , o la de los inmortales, Luggnagg. Después de una breve estancia en Japón. Gulliver arriba al país de los Houyhnhnms, habitado por monstruos deformes (yahoos) y por una especie de caballos semi-humanos, creyendo encontrar aquí el modelo de sociedad perfecta, hasta el punto de negarse a abandonar el país y de no volver a adaptarse a su antigua vida en Inglaterra, una vez que consigue regresar. Jonathan Swift formula así el punto más alto de su crítica social, al convertir la locura individual de su protagonista en el mejor remedio ante la locura colectiva que le rodea. Tan solo siete años atrás su compatriota, Daniel Defoe, había construido otro famoso relato de viajes en el que el conflicto entre civilización y barbarie se resolvíade un modo completamente opuesto…tal vez demasiado optimista para el desengañado clérigo de Dublín.